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Sprechend
Y aprendió que las historias no se escribían solas, que necesitaban de las palabras para que se empezaran a escribir. Que no todas empezaban con “Había una vez” ni terminaban con un “Felices para siempre”, que algunas jamás pasan del prólogo, que “adiós” no significaba el punto final. Que hay unas que las terminas de escribir con lágrimas y las vuelves a leer y te das cuenta de que otra vez te hará llorar. Que las mejores son las que se escriben bajo la lluvia, bajo el cálido abrazo en una noche de tormenta. Que la historia comienza con un sueño y por lo tanto jamás debemos de dejar de soñar.
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